En la Amazonía, los pueblos tradicionales no indígenas se han establecido durante siglos y dieron forma a este bioma con sus culturas y singularidades. Hoy en día, los ribereños, quilombolas, extractivistas, recolectores de caucho, pescadores y otros grupos han estado enfrentando los desafíos sociales, económicos y ambientales del cambio climático y la rápida urbanización en las áreas más remotas. Y así, sus vulnerabilidades están cada vez más expuestas, pero también revelan la fuerza y la resiliencia que tienen al vivir una vida adaptada a condiciones intensas.
La pesca, la agricultura y el extractivismo, por ejemplo, son formas de supervivencia que las comunidades allí presentes han encontrado para resistir y perdurar como comunidades. Estas prácticas se ven afectadas de varias maneras, y preservar los hábitos y costumbres de estas poblaciones también significa garantizar la conservación del bioma. Esto se debe a que sus variadas formas de vida y la gestión sostenible llevada a cabo por ellos influyen directamente en el mantenimiento de los servicios ecosistémicos.
Todo su conocimiento también es extremadamente importante para la conservación de la Amazonía. El conjunto de saberes se transmite de generación en generación, influye incluso en el conocimiento científico y contribuye a la economía del bosque en pie. Esta diversidad de pensamiento forma parte de la cultura y del fortalecimiento de la identidad de cada pueblo.
El árbol sumaúma representado en el centro de la sala simboliza parte de los esfuerzos por la conservación del bosque. Conocida como el «gigante de la Amazonía», la especie impresiona por su grandeza, puede alcanzar más de 70 metros de altura y puede tener una base de más de 3 metros de diámetro. Representa la fortaleza y la resiliencia de la población local.
Garantizar la protección de los territorios tradicionales y sus derechos es la mejor manera de un desarrollo humano justo y sostenible en la Amazonía.
